Estamos en plena depresión de los años 30, uno de los peores episodios de la historia de Estados Unidos (bueno, ejem... discutible, supongo). No hay trabajo para los agricultores, los bancos expropian las tierras y miles de personas tienen que desplazarse forzosamente desde la zona del centro oeste, vacía, yerma, hacia la soleada y fértil California, donde se les ha prometido que encontrarán trabajo, toneladas de melocotones dulces y jugosos, uvas a reventar de zumo para hacer vino, etcétera. Foco en la familia Joad, uno de cuyos hijos, con quien arranca la historia, acaba de salir de la cárcel: la familia se tiene que ir porque los tractores que ahora trabajan la tierra van a pasar por encima de su casa. Y esto es un periplo épico de ni más ni menos que trece personas y un perro, todos en un camión hacia el valle.
La historia resulta sobrecogedora, de principio a fin. Como episodio histórico real, ver las vidas de todas estas personas que tuvieron que migrar y a los que se explotó miserablemente trabajando por centavos porque cogerían cualquier cosa para evitar que sus hijos se murieran, que vivían en tiendas cochinas y húmedas al lado de la carretera, en condiciones infrahumanas, para que por descontado les tratasen de ladrones para arriba en los pueblos a los que llegaban, es muy doloroso. Es una trama muy amarga, un libro duro, escrito desde la furia y la indignación por la injusticia que sufrieron. También hay una amargura mucho mayor que viene de que no dejan de ser víctimas del progreso. Todos los agricultores que tienen que migrar lo hacen porque un tractor hace el trabajo de cien hombres, y por supuesto este progreso, bueno para el mundo, bueno para el banco, para el rico, aplasta en su avance inexorable a todas las personas que se encuentran en su camino. Hay un momento en el que se está recogiendo algodón y un personaje menciona una máquina de recoger algodón que, por supuesto, irá más rápido que ellos. La desesperanza más profunda de saber que eso que estás haciendo te va a durar lo que dure este momento, porque el progreso, ese falso profeta, terminará por robarte también ese talento. Terrorífico.
El libro se divide en dos tipos de capítulos, la historia de los Joad, que es un viaje del héroe de manual, solo que uno terrible, desesperanzado, en el que cada vez que paran parece que alguien va a morir y que no puede llegar a buen puerto; y unos capítulos intermedios en los que Steinbeck toma la palabra un poco para explicar la moral de la historia, lo que está pasando. Básicamente: ¿estás enfadado, lector? Deberías estar enfadado. Lo dicho anteriormente, en Al este del Edén esta estructura brilla por su poca sutileza, resulta tosca. Aquí, si bien es cierto que a veces se le ven las costuras, una no puede evitar pensar, ¿pero cómo no va a ser moralizante y aleccionador? ¡Tiene razón! ¡El capitalismo es una máquina de destruir personas y la población migrante sigue siendo perseguida y demonizada a día de hoy! ¡No dejarías morir a tu tiro de caballos en los meses en los que no los necesitas y sin embargo a tus trabajadores los echas a que se mueran de hambre! ¡No es justo que la fruta se pudra en la tierra porque es más caro recogerla que dejar que se eche a perder! ¡Una persona desposeída, sin hogar, es una persona sin pasado y sin identidad! ¡ES QUE TIENE TODA LA RAZÓN! Detesto la expresión de rabiosa actualidad, pero es bastante fuerte, Las uvas de la ira es un libro de rabiosa actualidad.
Respecto a la parte de la historia de los Joad, poco hay que decir más que Steinbeck es un excelente narrador, utiliza un recurso muy interesante, siempre parece que está focalizado en un personaje (generalmente Tom, el hijo excarcelario) y, sin embargo, de pronto el tío te hace un viraje alucinante y se mete dentro de una tienda para contarte lo que está pasando dentro, o te desvela lo que otro personaje está pensando, sin más. Por lo demás es una narración muy sencilla, muy centrada en los diálogos y en una muy meticulosa construcción de los personajes, de los que se sirve para ir marcando temas; personajes que por cierto son maravillosos. A destacar Madre (que es como la llama todo el rato el narrador, así que cuando termina la lectura, tú sientes que es tu madre, y lo que dice, lo obedeces) y por supuesto el (ex)predicador, que es una figura increíble que se dedica a hablar de cómo no somos un alma, sino parte de un alma y que debemos estar con los demás y organizarnos y sindicarnos pero todo desde una perspectiva muy universal y conectada con la trascendencia. La historia es triste que te mueres y los Joad son todos muy buenos (todos los pobres son muy buenos aquí, en ese sentido es profundamente maniqueo, pero a quién le importa) y les va fatal, yo no sé cómo pudieron pasar la película por el código Hays (la película de Ford va a ser un 5 estrellas, lo tengo claro),
Ya terminando mencionar que me parece que Steinbeck tiene un estilo alucinante. La traducción (de María Coy) es bastante buena, aunque bien merecería una revisión para adecuar un poco algunos diálogos que suenan muy antiguos, y traslada bien ese estilo entre aséptico y algo fílmico en la parte de los Joad y visceral y emocionante en los capítulos intercalados. Nunca he visto citar el inicio de esta novela entre los grandes inicios de novelas de la historia de la literatura, así que allá va, porque me parece uno de los primeros párrafos más increíbles que he leído jamás:
Las últimas lluvias cayeron con suavidad sobre los campos rojos y parte delos campos grises de Oklahoma, y no hendieron la tierra llena de cicatrices. Los arados cruzaron una y otra vez por encima de las huellas dejadas por los arroyos. Las últimas lluvias hicieron crecer rápidamente el maíz y salpicaron las orillas de las carreteras de hierbas y maleza, hasta que el gris y el rojo oscuro de los campos empezaron a desaparecer bajo una manta de color verde. A finales de mayo el cielo palideció y las rachas de nubes altas que habían estado colgando tanto tiempo durante la primavera se disiparon. El sol ardió un día tras otro sobre el maíz que crecía hasta que una línea marrón tiñó el borde de las bayonetas verdes. Las nubes aparecieron, luego se trasladaron y después de un tiempo ya no volvieron a asomar. La maleza intentó protegerse oscureciendo su color verde y cesó de extenderse. Una costra cubrió la superficie de la tierra, una costra delgada y dura, y a medida que el cielo palidecía, la tierra palideció también, rosa en el campo rojo y blanca e el campo gris.
Yo ya estoy llorando, es tan fuerte esto para empezar el libro... Y de aquí, para arriba. Así que si quieres un libro con el que entender el mundo para así acabar profundamente deprimida pero también creer mucho en el ser humano, porque cuando es bueno, es muy bueno, y si quieres disfrutar de una historia espectacular contada por el tío de más impecable opinión política y con un gran gusto literario, dale caña.
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