Vi. Una mujer minúscula cuenta la historia de una niña que huye, con su familia, del Saigón de la posguerra, del régimen comunista. Pero es en realidad la historia de toda su familia, desde un par de generaciones atrás hasta que ella es una mujer adulta. Así, se traza un recorrido por la historia reciente de Vietnam y por la vida y pensamientos de una persona migrante.
La verdad es que no hay mucho más que decir que lo que digo en el párrafo anterior. Vi es una novela muy sencilla, tanto en fondo como en forma. Se compone de viñetas muy breves, titulada cada una con una palabra vietnamita (o el nombre de un lugar) y su correspondiente traducción, en este caso al español, en las que aparecen secuencias breves pero, digamos, significativas sobre los distintos personajes. Mi padre... arranca, y te cuenta la historia de un hombre tan bello que volvía locas a todas las mujeres y que vivió entre algodones durante toda su vida. Mi madre... dice, y habla de una chica brillante, pero fea, que se enamoró de aquel hombre. Y así sucesivamente. Estas viñetas de una o dos páginas (calculo: lo leí en digital, pero eran muy, muy breves) conforman todo el tapiz de la vida de Vi, sin hacer demasiado hincapié en la realidad sociopolítica, ni pararse en describir nada ajeno a los personajes, aunque sí se van mostrando pinceladas de esto aquí y allá. Se le da a cada personaje una historia, con principio y final, y luego se pasa a otra cosa, a veces para no volver a mencionar nunca a este personaje.
Esto, sumado a un estilo también muy sencillo, despojado de cualquier atisbo de suntuosidad, le da un toque algo aséptico, rígido a la novela. Este estilo minimalista a mí personalmente no me interesa demasiado (aunque evita el lirismo ese que les gusta tanto a los minimalistas francófonos, que debo decir que me parece de una cursilería tremenda), pero he de reconocer que aquí funciona al menos por la parte que tiene de presentación del árbol genealógico familiar. A medida que van pasando las páginas, y se hace evidente que la narradora no es una niña, sino una mujer adulta, sí me resultó algo más extraño, pero la autora escribe en francés, que ni es su lengua materna ni la aprendió hasta la universidad (por lo que leo en internet, su vida es básicamente la de Vi). Esto por supuesto explica esta sencillez en la expresión, no porque no sepa francés, sino porque, intuyo, sea deliberada, para mostrar la no pertenencia. Es de hecho la parte más importante de la novela, la muestra del desarraigo que supone ser una persona migrante y, aunque se toque de manera algo más breve, el trance que supone la propia migración para los migrantes.
Llegamos a la ciudad de Quebec durante una ola de calor que parecía haber desvestido a la población entera. Los hombres, sentados en los balcones de nuestra residencia, tenían todos el torso desnudo y la barriga bien visible, como los Putai, budas risueños que, si frotan sus redondeces, les prometen a los comerciantes el éxito económico y a los demás la alegría. Muchos hombres vietnamitas soñaban con poseer aquel símbolo de riqueza, pero pocos lo conseguían.
En la prosa y también en la parte final de la novela se intuyen similitudes con el estilo de Marguerite Duras, que hace mucho que no leo pero que diría que tiene bastante permanencia en mi cerebro: también aséptica, sencilla en apariencia, aunque mucho más brutal. Thuy es muy suave, muy dulce, aunque se hable de temas desagradables nunca se aparta de un estilo algodonoso y sin aspavientos ni palabras duras. Mi problema principal es que, a nivel formal, no creo que esta sencillez esconda mucho más. Hay algún pasaje más bello, creo que la autora demuestra sensibilidad en su visión, pero me resultó una lectura monótona, estilísticamente hablando, y la estructura tampoco me resultó especialmente cautivadora. Ya os digo que el minimalismo, o el despojo de ornato, más bien, no suele ser santo de mi devoción, me gustan el maximalismo y la minuciosidad expresiva, que aquí brillan por su ausencia (y es normal, se trata de una novela muy breve, no llega a las 150 páginas).
Sí me parece que como testimonio la novela es muy valiosa, y que su lectura aporta, y en ese sentido habrá quien la catalogue de lectura necesaria, pero quisiera separarme de esos términos. A fin de cuentas, para aprender también se puede acudir a un libro de no ficción o a un documental, y a mí me gusta buscar en la literatura algo que estilísticamente sea más llamativo y que aquí no he encontrado. No sé qué es ficción y qué realidad en la novela y tampoco voy a darle demasiadas vueltas pero si me preguntaran, diría: una historia triste pero bonita, contada con sensibilidad y dulzura por una narradora cuya óptica no me interesa del todo. Así que bueno, ahí está, ni bien ni mal, un muy sólido cinco sobre diez, diría.
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