viernes, 20 de septiembre de 2024

Taipéi - Tao Lin

Estamos en 2024 y ya nadie se acuerda de Tao Lin, pero fue toda una micro niche celebrity durante el par de años de los dosmildieces en los que parecía que iba a salvar la literatura. Por supuesto miles de escritores se subieron al caballo del no-estilo, que es fácil impostar cuando no tienes ni media onza de talento en tu cuerpo, escribes poesía sobre drogas a golpe de salto de párrafo y quieres encajar dentro de la nueva y flamantemente hipster categoría de alt-lit. Leo un montón de nombres en internet y no me suena nadie (bueno, Luna Miguel, pero claro, a quién no, diosmío). No sé si la alt-lit estará muerta pero ya parece que dio sus últimos coletazos como movimiento. Oh, no, ¿qué publicará ahora Alpha Decay?

Bueno, dejemos aparte el cinismo. No me ha gustado Taipéi. Lo tenía en casa y como estoy leyendo todo pues le llegó su turno, solo porque era lo suficientemente corto y lo suficientemente largo para durar cuatro días. Cuenta la historia de Paul, 26, escritor (de éxito) afincado en Nueva York donde se dedica a consumir cantidades ingentes de drogas tipo Adderall, ir a eventos para encontrar parejas potenciales, amigos temporales, etc, y a "trabajar en sus cosas" en su MacBook.  La trama tampoco da mucho de sí, es cierto que yo no conecto o no suelo conectar con las narrativas de drogadicción, sobre todo cuando lo que se describe es un uso recreativo (o sea, hay un claro problema de abuso de sustancias, pero la forma en la que se narra... beh, me da igual), pero la primera mitad de la novela cuesta mucho distinguirla, salvando las distancias, de algo tipo Sexo en Nueva York. Hacia la segunda mitad la cosa cambia, aumentan las interacciones sociales y ya se convierte, definitivamente, en algo lleno de diálogos inconexos y episodios absurdos fruto de la droga. Entretenido, por supuesto, pero nada más.

Parece evidente también que hay mucho de Tao Lin en Paul, aunque yo no sé gran cosa del escritor, pero por la descripción del personaje, su patetismo profundo, la condescendencia con la que el narrador lo trata, diría que es una suerte de texto testimonial, de manifiesto de una vida en la que la intelectualidad tendría que dar una pátina de ¿interés, limpieza, profundad? a lo narrado. Pero ya os digo que yo conecto 0. Conozco por lo menos a cinco personas en la vida real que son exactamente igual que Paul, y cuatro ya están cancelados. Supongo que uno de los grandes triunfos de la alt-lit fue dar voz a una generación de jóvenes hastiados, plenos de ennui, que se vieron muy representados en esta estética plagada de referencias a drogas, marcas, tiendas de comida y restaurantes, pero también palabras de internet (zip, gif, blog). Yo soy joven y estoy hastiada pero como nunca lo he estado de esa manera y no soy una intelectual pues ni conecto, ni me representa, ni me ha hecho reflexionar... No sé. Siento que a lo mejor de haber leído la novela con veintidós años a lo mejor habría simpatizado más con lo perdidos que están los personajes; ahora con casi treinta (nooooooooooo... perdón, es que me tengo que acostumbrar) que ni salgo y ahogo mis penas en correr largas distancias, pues qué queréis que os diga, se me queda muy lejos.

Así que, descartado todo el asunto estético-temático, quedaría el estilo. Iniciaré diciendo que sospecho que la traducción le hace flaco favor al libro, pero que pese a todo en ella me debo basar porque es lo que he leído. Aquí abundan las frases largas, los incisos y las subordinadas constantes, los virajes constantes de escenario, momento, sin previo aviso, y las reflexiones insertas en los párrafos. La característica más llamativa es que la mitad de las cosas que dicen los personajes Lin las coloca entre comillas (latinas en español) dentro de párrafo, a modo de estilo indirecto, pero solo palabras o sintagmas sueltos. Sueno lunática, ok, os dejo un fragmento:

Erin se echó a reír y dijo que a ella se le había ocurrido «ventana emergente» porque «había salido por la puerta», y se abrazaron y se pusieron a saltar repetidamente como si de un único cuerpo se trataran, dando algunos giros y diciendo «lo hicimos» de vez en cuando. De repente Paul echó a correr hacia el aparcamiento formando un arco muy abierto que, por acción de la fuerza centrípeta, terminó describiendo una curva en dirección al coche de alquiler y acelerando a una velocidad que en esos momentos de su vida resultaba inusitadamente elevada pero quedaba lejos de la máxima, antes de ir aminorando la marcha al aproximarse a la puerta del copiloto –y, sabedor de que no iba a colisionar con el coche, brevemente consciente del control que podía ejercer sobre su cuerpo– hasta detenerse.

(Por cierto, en este párrafo había una errata, que como siempre en las ediciones de Alpha Decay, abundan). He elegido un párrafo aleatorio con casi todos los elementos que menciono antes, pero me parece representativo de por qué no me gusta el estilo. Para empezar, los fragmentos entrecomillados: al elegir solo palabras o segmentos de lo que se dice, es inevitable leerlo como si el narrador estuviera poniendo los ojos en blanco, como si le pareciera una chorrada. Después, la prosa en general resulta fácil de leer, no son oraciones complejas ni mucho menos, pero dios mío, toda esa recua de reflexiones, todas orbitando en torno a la tecnología, la vida moderna, pero sin decir nada demasiado denso ni demasiado comprometedor, y por supuesto sin un tono ni elegante, ni elevado, ni nada. Lo que pretende ser muy rompedor y "de una visión implacable" como dice la contra no es más que la muy neta y desapegada descripción de una miríada de reflexiones, en su mayoría generadas por el consumo de drogas, por lo tanto inconexas, incongruentes, aunque haya imágenes potentes e interesantes. Se habla mucho del "no estilo" que menciono más arriba, que es una decisión estilística como cualquier otra, aséptica, que creo que Tao Lin hace bien, pero que yo como lectora no disfruto. Es obvio que es en opinión de muchos "la mejor manera de reflejar el confuso y horripilante siglo XXI" y por eso lo pegó tanto, pero ¡no estoy de acuerdo! ¿Habéis leído Patos, Newburyport? ¡Siempre hay una manera más ostentosa o fragmentaria o grandilocuente o extravagante de reflejar el confuso y horripilante siglo XXI!

No creo que todo sea malo porque a fin de cuentas terminé de leer la novela: he decidido asentarme en un "no me gustó nada" después de, durante las primeras treinta-cincuenta páginas, pensar "dios mío, odio esto". Es cierto que cuando te haces al estilo y a la monotonía, todo adquiere un tono un tanto hipnótico, una cadencia relajante. Tanto la facilidad de lectura como las infinitas secuencias rocambolescas le benefician como lectura rápida, pero yo no creo que haya mucho debajo de esa capa superior. Tengo Richard Yates en casa, que es más corto y más polémico, pero puede que me anime con él en algún momento, por cerrar el momento Tao Lin del todo.

Por cierto, en castellano, Taipéi está descatalogado. ¡Vaya cómo tratan las editoriales españolas a los grandes libros!

sábado, 14 de septiembre de 2024

Hermana muerte - William Gay

Tuve yo una época en la que era una grandísima aficionada al cine de terror. Veía todo, me flipaba cualquier cosa, especialmente los slashers de bajo presupuesto de los 80 y toda la recua de infames diversiones que surgió después. Hasta tenía un blog con mi mejor amiga en el que hablábamos de cine de terror que llegó a adquirir modesta fama. Al final me acabé quemando un poco porque mucho de aquello enseguida se torna en demasiado y supongo que me cansé del género y me pasé a una cinefilia más extensiva. Sin embargo, siempre tengo un ojo puesto en lo que va saliendo de cine y literatura de terror a ver si consigue impresionarme. En la literatura es menos habitual que haya cosillas interesantes porque en el género abunda la morralla, pero así llegué a Hermana muerte, de William Gay, en España publicado por Dirty Works y traducido por Javier Lucini.

"Como si Faulkner hubiese escrito El resplandor", esa fue la frase de la contra que me hizo comprarlo, y bueno, NO estoy de acuerdo (no la entiendo, de hecho), pero sí es: como si alguien con un excelente gusto literario y que a veces se asemeja mucho a McCarthy hubiese escrito El resplandor. La comparación con la novela de King es muy fácil, porque en términos de trama son muy similares: un escritor que necesita escribir su nueva novela se muda con su familia a una casa en la que ocurrieron cosas. Concretamente, a la casa Bell (en el libro, Beale), donde se dio uno de los primeros fenómenos paranormales acreditados como tal en el país. Las similitudes con la novela de King terminan más bien ahí, ya que en Hermana muerte tenemos tres distintos momentos temporales en los que se ubica la historia: la época de los Beale, muy brevemente; los años 30, con la historia trágica de un exinquilino de la propiedad; y 1982, cuando el escritor se muda a la casa. También hay extractos de un libro escrito sobre el fenómeno paranormal.

Y os preguntaréis, ¿todo eso en 200 páginas escasas? Y yo os diré: efectivamente, ese es el (único) problema de esta novela. Todo va bien todo el rato, la verdad. Las tramas están contadas de una manera muy gustosa, cada capítulo va aportando algo que te hace encajar piezas de lo que pudo pasar, la tensión está construida de una forma envidiable, los episodios de terror son magníficos, y todo parece estar preparándose para que se lie una bastante curiosa en lo que sería el presente, el tiempo del escritor... Y de pronto, ¡el libro se acaba! No diré que no pase nada, porque sí pasan cosas, y la lectura es muy amena como para resultar sólida tal y como es, pero a todas luces es un texto inacabado. Al final de la edición española hay un texto que confirma que Hermana muerte se encontró en el archivo literario de Gay a su muerte, y ahí se entiende todo (me reservo mi opinión de la ética de esto). 

No es un problema de "no me han dado el suficiente susto", sino un problema de falta de cierres, de nudos. Y no hablo del típico caso de un tercer acto apresurado, sino de que aquí falta el tercer acto, faltan, tranquilamente, 100 páginas de desarrollo.  El texto de la contraportada hace ciertas alusiones que, a mi modo de ver, no se sienten como respondidas o satisfechas con la lectura. Es un libro cuya trama no se disfruta del todo sin hacer uso de material paratextual: una parte de esto se soluciona con el artículo final, pero aún queda mucha niebla que supongo se podrá disipar buscando en internet. Imagino que la editorial sí lo venderá en redes, o en ferias, cara a cara, bajo esa serie de "palabras gancho" que son historia real, fenómeno paranormal acreditado, poltergeist, incluso novela póstuma o inacabada, pero si no tienes acceso a nada de eso y lo compras por la sinopsis, porque te cautiva el enigma que propone, como fue mi caso, el resultado es muy desconcertante. Escribiendo estas líneas me doy cuenta de que mi problema no es con la novela en sí, cuya trama sí me fascinó, sino con la estrategia de venta que se ha hecho.

Dicho esto, es cierto que ese desconcierto viene al final. Como ya he comentado, el libro tiene un estilo muy interesante que hace que se disfrute en todo momento. Diría que es la novela de casas encantadas mejor escrita que he leído, junto a La maldición de Hill House de Shirley Jackson. Lo he leído en español, así que sobra decir que considero que la traducción es excelente (y muy ingeniosa la traducción de las variantes de negro que aparecen en el libro, ¿aunque no sé si llegan a usarse todas las planteadas?). Para muestra un botón (que es, pienso, un homenaje al libro de Jackson), en el primer careo con la casa:

Una mole grisácea erigida contra el verdinegro de las amotinadas colinas estivales, alta y con tejado de pizarra, majestuosa y, según le pareció a Binder nada más verla, profundamente maléfica. [...] Había cierta intemporalidad en ella que parecía mitigar cualquier problema que uno pudiera acarrear. En aquel momento lúcido de revelación supo que era menos de lo que esperaba encontrar y, a la vez, infinitamente más. Construida con troncos, armazones de madera y piedra, parecía haber crecido en todos los ángulos, como un organismo vivo que se hubiese vuelto aberrante y hostil antes de acabar fenecido, porque Binder vio la muerte en sus ojos, la hojarasca del año pasado hacinada por el viento en el porche delantero, dos de las ventanas del segundo piso reventadas a pedradas o tiros por los cazadores furtivos. Sobre la casa pesaba una impronta casi indefinible de desintegración, de inmenso abandono, de cosa aborrecida y repudiada.

¿Habrá algo que dé más miedo que las edificaciones chungas? En fin, menudo párrafo. Así es el estilo de esta novela, en la que no abundan los sustos, las apariciones fortuitas, sino más bien la construcción de una atmósfera densa, sórdida y en la que algo va a hacer daño a alguien en algún momento. Es en ese sentido en el que se ve la conexión con McCarthy, algo inevitable también porque los diálogos no tienen guiones, ¡al cuerno los guiones! Si yo fuera la presidenta del país de la literatura impondría que se escribieran diálogos sin guiones, quién necesita guiones para saber quién está hablando, los guiones son el refugio del lector débil. Uy, perdón, se me ha ido la cabeza. Decía que me gusta mucho cómo escribe el autor, cómo cuenta, cómo describe y cómo elige lo que contar, y me gusta mucho la estructura de esta novela inacabada, aunque he de decir que el primer capítulo es absolutamente engañoso de lo que luego será el resto, una magnífica novela de casas encantadas. Si os gusta el terror pero también si os gusta la literatura estadounidense contemporánea así categoría redneck creo que no podéis dejar pasar Hermana muerte.

Por mi parte leeré con gusto cualquier otra cosa de William Gay. Veo que Dirty tiene también publicado (¿o tendrá? No entiendo su web jeje) El hogar eterno, su primera novela. Estaré gastándome 26€ en un tapa blanda con solapas de trescientas páginas, supongo. O tal vez me pase al inglés, aunque me gusta la editorial, me gustaría tener más cositas de ellos. Creo que tienen un estilo muy definido y siempre admiraré a la gente que publica a personas que parece que me van a decir "howdy" antes de tirar tremendo lapo en una escupidera.

¡Felices lecturas!

lunes, 9 de septiembre de 2024

El elogio de la sombra - Junichirō Tanizaki

Breve brevísimo apunte sobre esto porque dentro de la lista de cosas que NO soy están muy arriba las siguientes: filósofa y derivados, experta en arte y cultura japoneses, esteta. Y sin embargo otro ítem de dicha lista sería mentirosa y estaría bueno que dos días más tarde de crear este blog y decir "voy a hablar de todas mis lecturas" me saltase una porque no tengo gran cosa que decir. Pues no haberlo leído, diréis. Exacto.

Nota previa: mi ejemplar dice ser la 40ª edición. O en Siruela no saben lo que significa la palabra edición o este libro se ha revisado cuarenta veces sin que nadie pillase la errata garrafal de "xproblema" en la página ¡17!

En este breve (otra razón para no hacer un texto largo) ensayo Tanizaki habla de cómo la sombra es clave para comprender el arte y en general todas las creaciones japonesas, desde las casas hasta la comida. Frente a la estética occidental, en la que se busca la luz, el brillo, pero también lo grande y lo nuevo, en la estética japonesa se realza lo oscuro, lo recogidito, lo antiguo y por ende algo herrumbroso. 

A nosotros nos gusta esa claridad tenue, hecha de luz exterior y de apariencia incierta, atrapada en la superficie de las paredes de color crepuscular y que conserva apenas un último resto de vida. Para nosotros, esa claridad sobre una pared, o más bien esa penumbra, vale por todos los adornos del mundo y su visión no nos cansa jamás.

Esta parte está bien y realmente no da para mucho más en el sentido de comprenderla, es muy interesante reflexionar sobre ello de cara a comprender el arte japonés y, en general, de la Asia más lejana, que muchas veces resulta desconcertante para el ojo occidental por lo diferente. Ya solo por esto, la lectura merece la pena, porque Tanizaki lo plantea en unos términos muy sencillos y claros, echando mano de muchos ejemplos (es formidable el fragmento en que habla de los inodoros japoneses, yo ahora quiero ir a Japón a hacer pis) y con un tono muy afable y cuidado.

Tiene el libro otro par de cosillas que me resultaron mucho más curiosas porque nunca había oído de ellas (¡y mira que es famoso!). La primera de estas premisas que defiende Tanizaki es que el desarrollo científico está bien pero tiene unos componentes tan marcadamente occidentales que (hablando mal y rápido) habría estado bien que no hubiese llegado a Asia y que allí por su cuenta hubiesen llegado, tardasen lo que tardasen, a los descubrimientos. Así, la ciencia iría en consonancia con la idiosincrasia, costumbres y demás de estas naciones. Lo expresa de una manera curiosísima, pero de nuevo todos los ejemplos que aporta dan fe de que, efectivamente, un pueblo llega a sus descubrimientos cuando así lo necesita y que cuando algo se desarrolla de manera interna es mucho más orgánico. Porque mi contacto con la cultura japonesa viene de mano casi exclusiva del cine, me gustó lo que dice de este arte:

[Nuestro cine] difiere del americano tanto como del francés o del alemán, por los juegos de sombras, por el valor de los contrastes. Así pues, independientemente incluso de la escenografía o de los temas tratados, la originalidad del genio nacional se revela ya en la fotografía. Ahora bien, utilizamos los mismos aparatos, los mismos reveladores químicos, las mismas películas; suponiendo que hubiéramos elaborado una técnica fotográfica totalmente nuestra podríamos preguntarnos si no se habría adaptado mejor a nuestro color de piel, a nuestro aspecto, a nuestro clima, a nuestras costumbres.

Obviamente el texto es de 1933 y ahora la maravillosa ola democratizadora de la globalización ha hecho que todos los cines, todas las literaturas y todas las músicas puedan ser exactamente iguales entre sí, si eso se proponen. Y esto nos lleva a la otra premisa: Tanizaki, se posiciona muy en contra de determinados aspectos del progreso y, sobre todo, ¡de la luz eléctrica! La última parte del ensayo es un simpatiquísimo alegato en contra de las farolas y lámparas intensas, siempre conectado con el tema de la sombra y las penumbras, imposibles de atisbar en esta sociedad hiperiluminada, desde la voz de un viejo refunfuñón que reconoce que los viejos solo saben pensar en un pasado mejor. Solo puedo decir: RIP Tanizaki, te habrían encantado las carreteras asturianas.

viernes, 6 de septiembre de 2024

Las uvas de la ira - John Steinbeck

Leí Al este del Edén hace cinco años y quedé bastante poco impresionada, sobre todo para lo que me esperaba. No recuerdo más que vagamente la trama pero eso sí creo que me gustó a grandes rasgos, mi principal problema fue con los capítulos intercalados en los que Steinbeck explicaba la moral de la historia y básicamente me aleccionaba sobre el bien, el mal y la Biblia. Un poquito demasiado americano, cero sutileza. Ahí quedó la cosa y ahí habría quedado pero hubo mucha insistencia por parte de mi entorno en que leyese Las uvas de la ira, así que lo incluí en mi reto de 30 antes de los 30 y ya que lo tenía en la estantería, tocó. Y bueno, vaya, ahora sí me quito el sombrero. Menudo novelón.

Estamos en plena depresión de los años 30, uno de los peores episodios de la historia de Estados Unidos (bueno, ejem... discutible, supongo). No hay trabajo para los agricultores, los bancos expropian las tierras y miles de personas tienen que desplazarse forzosamente desde la zona del centro oeste, vacía, yerma, hacia la soleada y fértil California, donde se les ha prometido que encontrarán trabajo, toneladas de melocotones dulces y jugosos, uvas a reventar de zumo para hacer vino, etcétera. Foco en la familia Joad, uno de cuyos hijos, con quien arranca la historia, acaba de salir de la cárcel: la familia se tiene que ir porque los tractores que ahora trabajan la tierra van a pasar por encima de su casa. Y esto es un periplo épico de ni más ni menos que trece personas y un perro, todos en un camión hacia el valle.

La historia resulta sobrecogedora, de principio a fin. Como episodio histórico real, ver las vidas de todas estas personas que tuvieron que migrar y a los que se explotó miserablemente trabajando por centavos porque cogerían cualquier cosa para evitar que sus hijos se murieran, que vivían en tiendas cochinas y húmedas al lado de la carretera, en condiciones infrahumanas, para que por descontado les tratasen de ladrones para arriba en los pueblos a los que llegaban, es muy doloroso. Es una trama muy amarga, un libro duro, escrito desde la furia y la indignación por la injusticia que sufrieron. También hay una amargura mucho mayor que viene de que no dejan de ser víctimas del progreso. Todos los agricultores que tienen que migrar lo hacen porque un tractor hace el trabajo de cien hombres, y por supuesto este progreso, bueno para el mundo, bueno para el banco, para el rico, aplasta en su avance inexorable a todas las personas que se encuentran en su camino. Hay un momento en el que se está recogiendo algodón y un personaje menciona una máquina de recoger algodón que, por supuesto, irá más rápido que ellos. La desesperanza más profunda de saber que eso que estás haciendo te va a durar lo que dure este momento, porque el progreso, ese falso profeta, terminará por robarte también ese talento. Terrorífico.

El libro se divide en dos tipos de capítulos, la historia de los Joad, que es un viaje del héroe de manual, solo que uno terrible, desesperanzado, en el que cada vez que paran parece que alguien va a morir y que no puede llegar a buen puerto; y unos capítulos intermedios en los que Steinbeck toma la palabra un poco para explicar la moral de la historia, lo que está pasando. Básicamente: ¿estás enfadado, lector? Deberías estar enfadado. Lo dicho anteriormente, en Al este del Edén esta estructura brilla por su poca sutileza, resulta tosca. Aquí, si bien es cierto que a veces se le ven las costuras, una no puede evitar pensar, ¿pero cómo no va a ser moralizante y aleccionador? ¡Tiene razón! ¡El capitalismo es una máquina de destruir personas y la población migrante sigue siendo perseguida y demonizada a día de hoy! ¡No dejarías morir a tu tiro de caballos en los meses en los que no los necesitas y sin embargo a tus trabajadores los echas a que se mueran de hambre! ¡No es justo que la fruta se pudra en la tierra porque es más caro recogerla que dejar que se eche a perder! ¡Una persona desposeída, sin hogar, es una persona sin pasado y sin identidad! ¡ES QUE TIENE TODA LA RAZÓN! Detesto la expresión de rabiosa actualidad, pero es bastante fuerte, Las uvas de la ira es un libro de rabiosa actualidad.

Respecto a la parte de la historia de los Joad, poco hay que decir más que Steinbeck es un excelente narrador, utiliza un recurso muy interesante, siempre parece que está focalizado en un personaje (generalmente Tom, el hijo excarcelario) y, sin embargo, de pronto el tío te hace un viraje alucinante y se mete dentro de una tienda para contarte lo que está pasando dentro, o te desvela lo que otro personaje está pensando, sin más. Por lo demás es una narración muy sencilla, muy centrada en los diálogos y en una muy meticulosa construcción de los personajes, de los que se sirve para ir marcando temas; personajes que por cierto son maravillosos. A destacar Madre (que es como la llama todo el rato el narrador, así que cuando termina la lectura, tú sientes que es tu madre, y lo que dice, lo obedeces) y por supuesto el (ex)predicador, que es una figura increíble que se dedica a hablar de cómo no somos un alma, sino parte de un alma y que debemos estar con los demás y organizarnos y sindicarnos pero todo desde una perspectiva muy universal y conectada con la trascendencia. La historia es triste que te mueres y los Joad son todos muy buenos (todos los pobres son muy buenos aquí, en ese sentido es profundamente maniqueo, pero a quién le importa) y les va fatal, yo no sé cómo pudieron pasar la película por el código Hays (la película de Ford va a ser un 5 estrellas, lo tengo claro),

Ya terminando mencionar que me parece que Steinbeck tiene un estilo alucinante. La traducción (de María Coy) es bastante buena, aunque bien merecería una revisión para adecuar un poco algunos diálogos que suenan muy antiguos, y traslada bien ese estilo entre aséptico y algo fílmico en la parte de los Joad y visceral y emocionante en los capítulos intercalados. Nunca he visto citar el inicio de esta novela entre los grandes inicios de novelas de la historia de la literatura, así que allá va, porque me parece uno de los primeros párrafos más increíbles que he leído jamás:

Las últimas lluvias cayeron con suavidad sobre los campos rojos y parte delos campos grises de Oklahoma, y no hendieron la tierra llena de cicatrices. Los arados cruzaron una y otra vez por encima de las huellas dejadas por los arroyos. Las últimas lluvias hicieron crecer rápidamente el maíz y salpicaron las orillas de las carreteras de hierbas y maleza, hasta que el gris y el rojo oscuro de los campos empezaron a desaparecer bajo una manta de color verde. A finales de mayo el cielo palideció y las rachas de nubes altas que habían estado colgando tanto tiempo durante la primavera se disiparon. El sol ardió un día tras otro sobre el maíz que crecía hasta que una línea marrón tiñó el borde de las bayonetas verdes. Las nubes aparecieron, luego se trasladaron y después de un tiempo ya no volvieron a asomar. La maleza intentó protegerse oscureciendo su color verde y cesó de extenderse. Una costra cubrió la superficie de la tierra, una costra delgada y dura, y a medida que el cielo palidecía, la tierra palideció también, rosa en el campo rojo y blanca e el campo gris.

Yo ya estoy llorando, es tan fuerte esto para empezar el libro... Y de aquí, para arriba. Así que si quieres un libro con el que entender el mundo para así acabar profundamente deprimida pero también creer mucho en el ser humano, porque cuando es bueno, es muy bueno, y si quieres disfrutar de una historia espectacular contada por el tío de más impecable opinión política y con un gran gusto literario, dale caña.

Introducción / presentación

Bueno, a ver, una breve introducción para esto. Después de ciento veinte millones de años sin blog he decidido abrir uno nuevo para evitar ponerle la cabeza como un bombo a la gente de mi alrededor cada vez que leo un libro. Simplemente que sirva para ir anotando lo que leo con un breve comentario ya que soy incapaz de escribirlo en una libretilla (¡se me cansa la muñeca al escribir a mano!). La idea es hacer como poco un pequeño comentario de todo lo que lea, ya veremos cómo va. Los blogs siempre fueron la plataforma perfecta y me niego a participar de la charada que son las redes sociales. 

El nombre del blog viene de Los pasos perdidos de Alejo Carpentier. Gran novela, es muy fuerte, Carpentier el mejor. Léela.

Allá vamos.