martes, 29 de octubre de 2024

Un verdor terrible - Benjamín Labatut

De un día para otro, todo el mundo estaba hablando de Benjamín Labatut. Labatut esto, Labatut lo otro, Labatut lo de más allá, ¡y ni siquiera en el contexto hispánico! ¡A los estadounidenses les tiene locos! ¡No pueden parar de recomendarlo! Este libro, publicado en inglés como When We Cease to Understand the World, viene recomendadísimo entre la gente que le sabe a esto de la narrativa contemporánea. Y me picó la curiosidad, claro, aunque no soy yo muy fan de contemporaneidades tan contemporáneas ni autores tan jóvenes (a ver, que va camino de los 50, pero en la foto que sale en el libro parece un jovenzuelo que te va a gritar YES, CHEF).

Un verdor terrible es un libro de relatos formado por cinco historias que juegan con la ambigüedad entre la realidad y la ficción y que comparten el factor común de hablar sobre la ciencia y las personalidades científicas del siglo XX, y todo lo que ellas trajeron consigo. Así, el primer relato explora la historia del cianuro de la mano de su creador, o el último y más largo habla de los inicios de la física cuántica y de las opuestas aproximaciones a esta de Schrödinger y Heisenberg.

La primera cosa que llama la atención al iniciar la lectura es ese pequeño enigma sobre qué será realidad y qué será ficción en los textos. Todos asentados en la más pura Historia, a cualquier lector le sonarán algunos nombres, algunas referencias, y sin embargo también se evidencia una ficcionalización, ese deje de casualidad que hay en la narrativa, personajes que son personajes y no personas, pistas aquí y allá que evidencian que aquí hay tanto relato como puede haber dato. En la edición española hay un texto al final en el que Labatut menciona esto brevemente y da la respuesta, yo no os lo desvelo porque creo que parte del encanto de la obra es ese juego, la duda constante a la que expone al lector. 

Todo lo que se asienta en la realidad es, evidentemente, muy interesante. Son historias cautivadoras y muy seductoras, en las que Labatut cede el espacio a lo que es narración para solo explicar puntualmente los aspectos más científicos del asunto. Hay textos más técnicos que otros, por ejemplo, el primero es mucho más lírico que cualquier otra cosa y digamos que se "entiende" a la perfección sin tener idea de química, pero hay otros, como el segundo, en el que hay bastantes segmentos que se dedican a la teoría. Estos segmentos no arrojan, para un lector no versado en la materia, la suficiente luz como para que de pronto se entienda a ciencia cierta el principio de incertidumbre, por ejemplo, pero sí dan las bases para que se entienda la importancia del asunto, lo increíblemente descomunal de la magnitud del tema. Así, los cuentos se organizan en torno a un descubrimiento formidable, el autor te hace entender lo grandioso del descubrimiento y a la vez desvela poco a poco toda una trama. 

Haber le confiesa que siente una culpa insoportable, pero no por el rol que jugó en la muerte de tantos seres humanos, directa o indirectamente, sino porque su método para extraer nitrógeno del aire había alterado de tal forma el equilibrio natural del planeta que él temía que el futuro de este mundo no pertenecería al ser humano sino a las plantas, ya que bastaría que la población mundial disminuyera a un nivel premoderno durante tan solo un par de décadas para que ellas fueran libres de crecer sin freno, aprovechando el exceso de nutrientes que la humanidad les había legado para esparcirse sobre la faz de la tierra hasta cubrirla por completo, ahogando todas las formas de vida bajo un verdor terrible.

Pero lo que más me ha gustado es el estilo del autor, que es extremadamente elegante, con una sobriedad muy clásica. Realmente no conozco la exactitud de las descripciones matemáticas y físicas de Labatut, puede que sean todo falsedades, pero me da igual. Porque a fin de cuentas, esto no se publica como un ensayo, sino como ficción, y en ese sentido lo leo yo. Con la sensación de haber entendido algo más que ayer de una serie de movidas científicas que mañana habré olvidado pero sobre todo con la sensación de estar leyendo a un autor minucioso, un excelente contador de historias que domina el lenguaje a la perfección y, a la vez, comprende la literatura como un juego. Entrelaza la belleza, la ciencia y el horror de una manera formidable, y una lee como hechizada, con el corazón encogido por estos científicos atormentados por sus descubrimientos. Decir que como pieza completa el mejor texto me parece el primero, aunque creo que el resto conservan la mayoría de las características que lo convierten en un gran cuento, pero ya sabéis: en literatura, a veces algo funciona y ya está.

El último texto se sale un poco de la norma de los otros cuatro; es el que suena más a relato y menos a "episodio de podcast genialmente narrado" (que Labatut me perdone, esto parece despectivo, pero intentad leedlo como un piropo) y, en primera persona, parece una reflexión sobre las razones que pudieron llevar al autor a crear Un verdor terrible. Es un texto muy hermoso, como el resto del libro, pero quería mencionar concretamente su primera página, un fragmento terrorífico, desconcertante y, sobre todo, de un profundísimo lirismo. En este último cuento se me hizo evidente una conexión, no sé si consciente, de la temática y tono del libro con las películas del director japonés Kiyoshi Kurosawa. Tengo la impresión de que a lo largo de todo el volumen Labatut está hablando, como habla Kurosawa, del fin del mundo. A fin de cuentas, qué es un mundo incomprendido sino un mundo que no podemos abarcar, que no nos pertenece y a cuya merced estamos. El mundo, Dios, ambos, jugando a los dados con el ser humano. Y a fin de cuentas, un mundo que termina, de mil maneras posibles, por culpa de, o gracias a, la ciencia. 

En fin, poco más que decir más allá de lo mucho que he disfrutado de esto. Me apunto MANIAC para navidades, que además repite temática y motivos de Un verdor terrible y tiene una portada guapísima. 

PD: Hoy, en Los pasos perdidos, ¡palabras destacadas en negrita! ¡Así te manipulo para que no tengas que leer el texto completo!

lunes, 21 de octubre de 2024

Vi - Kim Thuy

Estaba de vacaciones, me terminé el libro que estaba leyendo y se me PROHIBIÓ que sacase el otro de la maleta (¡que pesaba mucho en la mochila, se me dijo!). Así que abrí ese increíble regalo de los dioses, difícil de creer, que es eBiblio (si no existiera, habría que inventarlo), y me autopresté este libro porque creo que Periférica es una gran editorial. El libro no me ha cautivado, pero sigo pensándolo, gran proyecto.

Vi. Una mujer minúscula cuenta la historia de una niña que huye, con su familia, del Saigón de la posguerra, del régimen comunista. Pero es en realidad la historia de toda su familia, desde un par de generaciones atrás hasta que ella es una mujer adulta. Así, se traza un recorrido por la historia reciente de Vietnam y por la vida y pensamientos de una persona migrante.

La verdad es que no hay mucho más que decir que lo que digo en el párrafo anterior. Vi es una novela muy sencilla, tanto en fondo como en forma. Se compone de viñetas muy breves, titulada cada una con una palabra vietnamita (o el nombre de un lugar) y su correspondiente traducción, en este caso al español, en las que aparecen secuencias breves pero, digamos, significativas sobre los distintos personajes. Mi padre... arranca, y te cuenta la historia de un hombre tan bello que volvía locas a todas las mujeres y que vivió entre algodones durante toda su vida. Mi madre... dice, y habla de una chica brillante, pero fea, que se enamoró de aquel hombre. Y así sucesivamente. Estas viñetas de una o dos páginas (calculo: lo leí en digital, pero eran muy, muy breves) conforman todo el tapiz de la vida de Vi, sin hacer demasiado hincapié en la realidad sociopolítica, ni pararse en describir nada ajeno a los personajes, aunque sí se van mostrando pinceladas de esto aquí y allá. Se le da a cada personaje una historia, con principio y final, y luego se pasa a otra cosa, a veces para no volver a mencionar nunca a este personaje.

Esto, sumado a un estilo también muy sencillo, despojado de cualquier atisbo de suntuosidad, le da un toque algo aséptico, rígido a la novela. Este estilo minimalista a mí personalmente no me interesa demasiado (aunque evita el lirismo ese que les gusta tanto a los minimalistas francófonos, que debo decir que me parece de una cursilería tremenda), pero he de reconocer que aquí funciona al menos por la parte que tiene de presentación del árbol genealógico familiar. A medida que van pasando las páginas, y se hace evidente que la narradora no es una niña, sino una mujer adulta, sí me resultó algo más extraño, pero la autora escribe en francés, que ni es su lengua materna ni la aprendió hasta la universidad (por lo que leo en internet, su vida es básicamente la de Vi). Esto por supuesto explica esta sencillez en la expresión, no porque no sepa francés, sino porque, intuyo, sea deliberada, para mostrar la no pertenencia. Es de hecho la parte más importante de la novela, la muestra del desarraigo que supone ser una persona migrante y, aunque se toque de manera algo más breve, el trance que supone la propia migración para los migrantes.

Llegamos a la ciudad de Quebec durante una ola de calor que parecía haber desvestido a la población entera. Los hombres, sentados en los balcones de nuestra residencia, tenían todos el torso desnudo y la barriga bien visible, como los Putai, budas risueños que, si frotan sus redondeces, les prometen a los comerciantes el éxito económico y a los demás la alegría. Muchos hombres vietnamitas soñaban con poseer aquel símbolo de riqueza, pero pocos lo conseguían.

En la prosa y también en la parte final de la novela se intuyen similitudes con el estilo de Marguerite Duras, que hace mucho que no leo pero que diría que tiene bastante permanencia en mi cerebro: también aséptica, sencilla en apariencia, aunque mucho más brutal. Thuy es muy suave, muy dulce, aunque se hable de temas desagradables nunca se aparta de un estilo algodonoso y sin aspavientos ni palabras duras. Mi problema principal es que, a nivel formal, no creo que esta sencillez esconda mucho más. Hay algún pasaje más bello, creo que la autora demuestra sensibilidad en su visión, pero me resultó una lectura monótona, estilísticamente hablando, y la estructura tampoco me resultó especialmente cautivadora. Ya os digo que el minimalismo, o el despojo de ornato, más bien, no suele ser santo de mi devoción, me gustan el maximalismo y la minuciosidad expresiva, que aquí brillan por su ausencia (y es normal, se trata de una novela muy breve, no llega a las 150 páginas). 

Sí me parece que como testimonio la novela es muy valiosa, y que su lectura aporta, y en ese sentido habrá quien la catalogue de lectura necesaria, pero quisiera separarme de esos términos. A fin de cuentas, para aprender también se puede acudir a un libro de no ficción o a un documental, y a mí me gusta buscar en la literatura algo que estilísticamente sea más llamativo y que aquí no he encontrado. No sé qué es ficción y qué realidad en la novela y tampoco voy a darle demasiadas vueltas pero si me preguntaran, diría: una historia triste pero bonita, contada con sensibilidad y dulzura por una narradora cuya óptica no me interesa del todo. Así que bueno, ahí está, ni bien ni mal, un muy sólido cinco sobre diez, diría.

martes, 15 de octubre de 2024

Pastoral americana - Philip Roth

Vuelvo de mis vacaciones y ahora tengo ¡¡reseñas acumuladas!! Esto se siente 2011, cuando me pensaba que mi blog de literatura juvenil era básicamente un trabajo remunerado (no lo era). En fin, iré poco a poco, siempre está bien tener algo en la recámara, sobre todo cuando te has metido a una lectura conjunta de La montaña mágica para el próximo mes y medio. Pero yendo por partes, hoy: Pastoral americana.

Se cuenta la historia del Sueco Levov, atleta del instituto, en todos los deportes, casado con una reina de la belleza, cabeza de la familia perfecta, de cómo de pronto ese sueño americano se trunca y de lo que queda después y de cómo pudo llegar a ocurrir. Toda esta historia se enmarca en realidad dentro de algo escrito por Zuckermann, un escritor entrado en años y excompañero de clase del hermano menor del Sueco, quien queda un día con él para (piensa el autor) pedirle que escriba sus memorias.

La ficción es la ficción y es, por tanto, ficción. Y sin embargo, al leer una novela, solemos entrar dentro de un pacto en el que aquello que nos cuentan es verdadero. Hay maneras de sugerir al lector que no debe de fiarse, dentro del pacto, de lo que está leyendo, como el clásico que nunca pasa de moda narrador no fiable, o el narrador testigo que solo tiene acceso a una parte de los hechos; pero me interesa especialmente de esta novela este marco que se crea, a modo de manuscrito encontrado, en el que es Zuckermann quien nos cuenta una historia que realmente no conoce y que, por tanto, ha de estar ficcionando. Pastoral americana es básicamente el auge y caída del sueño americano, sin ir más lejos, y como tal puede resultar interesante o no, pero lo cierto es que este marco a mí me cautivó, sobre todo porque estamos hablando de ciento cincuenta páginas de reflexión sobre el pasado, sobre los ídolos de la infancia, sobre el recuerdo y la nostalgia, que sirven de base para que Zuckermann inicie su conjetura. Así, el Sueco se configura como esa figura heroica de la infancia de la que de pronto te enteras súbitamente que ha fallecido o que le ha pasado tal o cual cosa y a la que él, con su ficción, reviste de una nueva dignidad, la dignidad del mito, del héroe literario. Reviste de personalidad.

O tal vez era, sencillamente, un hombre feliz. También hay personas felices. ¿Por qué no habrían de existir? 

Tras esas ciento cincuenta páginas iniciales (que ya os digo, para muchos sobrarán, a mi gusto le da un interés profundísimo) Zuckermann desaparece completamente de escena y arranca la historia del Sueco, focalizada dentro del personaje de este. In medias res, tras el acontecimiento brutal que trastoca su vida, pero sin inconveniente alguno en mecerse atrás y delante en la línea temporal, para volver a la infancia de la hija, el lugar feliz, una y otra vez, tratando de encontrar aquel momento al que se puede achacar todo lo que vino después. Es, sin quererlo, una historia de detectives, en la que la persona más buena del universo conocido intenta buscar un culpable (en él, en sus actos, en otros) para aquello que le ha sucedido. A nivel temático, es toda esta reflexión sobre el pasado, su forma de afectar al presente, la noción de castigo y recompensa, la que más me ha interesado a mí. Pero también la insistencia (habitual en Roth) sobre la cuestión del emigrante de segunda o tercera generación, afectado siempre sobre la cuestión judía, y las ideas de quiénes somos, dónde pertenecemos, cuando nuestra historia ha sido borrada porque ya no pertenecemos, como nuestros antepasados, a ese viejo mundo. Lo cierto es que a nivel temático el libro me parece formidable.

En ese sentido, entiendo el Pulitzer, entiendo las clamores de Gran Novela Americana (¡aunque yo creo que si la GNA no es Moby Dick, entonces es La hoguera pública!). Todo el arco de la familia del Sueco es tan "de lo que han estado hablando los estadounidenses listos todo el siglo XX" que resulta inevitable verlo como una ambiciosa compilación de todos los miedos y preocupaciones de un país. Compilación que funciona, vaya que sí. Y sin embargo. Siendo Roth como es un gran narrador (que no un estilista, aunque hay pasajes de gran belleza), es un goce leerle, especialmente cuando salta de escena a escena y se sigue tan bien, fluye como agua. Pero a veces se siente un poco el abuelo cebolleta. Ya que he mencionado Moby Dick, se podría comparar. Yo sé que hay muchas personas humanas ahí fuera que consideran que Moby Dick es un tostón por los interminables tratados cetológicos (estas personas están equivocadas y me encargaré personalmente de acabar con ellas cuando lleguen las guerras del agua). ¡Amigos, pues si leéis Pastoral americana, podréis hacer un examen sobre el arte de la curtiduría y la... ehh... guantería! Estamos hablando de páginas y páginas y páginas sobre hacer guantes de cuero para señora, que se dice pronto, pero hay que estar CURTIDO (¿lo pilláis?). A mí me parece bien. Si Roth aprendió todo lo que había que saber sobre guantes, entiendo que quiera compartir esos saberes, aunque no sean (o por no serlo) especialmente interesantes. Hay que valorar un poco más que te aburran. Hay que valorar un poco más a tu colega el que te lleva hablando de Dragones y mazmorras tres horas con los ojos brillantes. Aunque sea un turras.

Ojalá, en vez de vivir caóticamente en el mundo donde ella no estaba y en el mundo donde podría estar ahora, fuese capaz de odiarla lo suficiente como para que el mundo de la muchacha no le importara lo más mínimo, ni entonces ni ahora. Ojalá pudiera volver a pensar como los demás, ser de nuevo el hombre totalmente natural en vez de un charlatán escindido en su sinceridad, un Sueco exterior natural y sencillo y un Sueco interior atormentado, un Sueco estable visible y un Sueco acosado y oculto, un falso Sueco despreocupado y sonriente amortajando al Sueco enterrado en vida.

Dicho esto, es decir, que yo apruebo y siempre aprobaré a los turras, sí entiendo que a veces, la insistencia hace caer en la redundancia. Por eso a veces, especialmente hacia el final, sí sentimos algunas de las miles de reflexiones a las que Roth nos somete como ya vistas, o como ya sentidas. Y en ese sentido, para mí ese final, que quiere ser una suerte de escena de teatro de opereta en el que todo llegue al clímax, no funciona. En mi lectura es lo peor de la novela, se me cae, parece la escena final de una serie en la que sabes que, como todos los personajes están juntos, va a ocurrir algo grandioso o, simplemente, se va a cerrar todo. Curioso cómo el resto de escenas sí encajan a la perfección, se van sucediendo entrelazadas, incluso las más rocambolescas (los encuentros con Rita, especialmente el del hotel, o incluso toda la parte de la jainita), y el lector las devora sin titubear, lo CREE, y de pronto ese final... Una lástima, pero resulta tan de mentirijilla. 

En fin. Gran estudio este sobre la imposibilidad de vivir en el sueño americano, que crece por tratarse de una ficción construida por el personaje de las primeras páginas. Todo esto podría haber pasado, o no. Quién sabe (¡formidable esto!). Tal vez demasiado larga para algunos, en ese caso recomiendo al Roth de las dosis pequeñas, mi favorito es Némesis, su última novela, un gran libro sobre la culpa que lleva en mi cerebro como doce años. Pero para mí, su densidad se justifica en tanto que tiene ese gusto de los clásicos en los que hay una gran pasión por lo contado y una excelente narración. Adelante os digo, no defrauda.

PD: Decía Harold Bloom (RIP) en 2003 que Philip Roth (RIP), junto a Thomas Pynchon, Don DeLillo y Cormac McCarthy (RIP), eran "los cuatro escritores norteamericanos vivos más importantes que todavía producían". ¡Que se nos mueren todos sin Nobel!

martes, 1 de octubre de 2024

Henry y Cato - Iris Murdoch

Por si acaso queda alguien que aún no conozca a la increíble, apasionante, genial y perversa Iris Murdoch, aquí traigo un texto sobre la última de sus novelas que he leído, Henry y Cato, que es, además, la última de las que tengo en mi haber, por lo que me enfrento a un tiempo X de secano después de haber leído ¡cuatro! libros suyos este año. Los cuatro increíbles.

Aquí tenemos dos personajes principales. Henry vuelve tras años de los Estados Unidos porque su hermano, a quien odiaba, ha muerto, dejándole su inmensa fortuna. Cato, sacerdote y por su ello renegado de su padre, está teniendo una crisis de fe a raíz de haberse enamorado de un muchacho del barrio de mala muerte en el que trabaja ("en el que hace sus cosas de sacerdote", iba a decir). Cuando la novela comienza hace mucho que no se ven y sin embargo sus caminos, a raíz de la vuelta de Henry, se verá entrelazados de una u otra manera. El elenco, por supuesto, no termina aquí (poco Murdoch sería con solo dos personajes), y tenemos padres, hermanas, amigos y amantes para hacerles compañía.

Siempre me gusta describir las tramas de las novelas de Murdoch porque más allá del breve "persona inglesa de clase media se enfrenta a un episodio que cambiará su vida para siempre", que podría describir a todas, hay una serie de aspectos comunes que además, contados por encima, suenan absolutamente delirantes. Henry y Cato no se queda atrás. Aquí están esos personajes patéticos y exaltados marca de la casa, uno siempre pensando en escribir un libro que acabe con todos los libros; las relaciones que se mueven entre la amistad, el amor y el sexo de manera ambigua; la fe y el socialismo (y cómo estos afectan a las personas) como temas principales; una serie enrevesada de eventos que se vuelven cada vez más rocambolescos y, en este caso, cada vez más sórdidos. Efectivamente, estamos hablando de un Certified Murdoch. Y por ende, al menos en este blog, estamos hablando de un libro formidable. 

Sorprende de este libro lo sórdido que se torna en su segunda parte (para que os hagáis una idea, Joyce Carol "Sórdida" Oates lo considera el mejor libro de la autora), de una manera poco habitual en los Murdoch que he leído. En estas novelas, los personajes siempre se encuentran en un punto en el que su vida parece haber terminado, o estar en un punto en el que no hay avance posible, y se han de enfrentar a lo que siempre se denomina una ordalía: básicamente, un evento trascendental, que cambiará todo para siempre, y que rompe la estructura social, personal, familiar o lo que sea tal y como se conoce. Así, en este caso tenemos el enamoramiento de Cato (y la crisis de fe que con él viene) y el deseo de Henry por romper con todas sus propiedades como respectivas ordalías de cada personaje. De una manera muy clásica, los personajes pasan por un proceso de reconocimiento, por una suerte de peripecias trágicas (ya os digo que se nota especialmente en este) para llegar a la catarsis, compartida por personajes y lector.

Ahora solo queda el pecado y la pena, y ningún salvador. Jesús no era Hijo de Dios, sino una simple víctima. Solo un buen hombre ingenioso con una ilusión, y así mi vida ha llegado a ser diminuta y mezquina e incompleta y he de empezarla de nuevo sin placer y sin magia. Este es el final de mi historia, y lo que venga a continuación se mostrará ante mí apagado y apacible. Y soy afortunado de que así sea y de no estar destrozado y de que ni siquiera vaya a ser nunca un miserable.

(Vaya drama, ¿eh?) Que Murdoch enfrente a sus personajes a semejantes ordalías, que los rompa y desgarre a su gusto, con esa perfidia y esa maldad que le caracterizan, le sirve aquí para trazar un estudio muy interesante del carácter humano. Por supuesto, su estilo está marcado por una focalización absoluta de los personajes, que reflexionan de manera constante, no dejando casi lugar al lector para que este haga reflexiones propias: casi que te bebes los pensamientos de cada personaje y los haces tuyos, por mucho que alguno de ellos sea un poco repugnante y sus acciones absolutamente estúpidas. Me ha parecido especialmente interesante la historia de Cato, este sacerdote que encontró a Dios hace poco pero ahora se ve en la tesitura de rezar al vacío. Sus pasajes resultan muy emotivos y sobrecogedores, sobre todo en contraposición al frenesí de Henry, cuya ordalía es mucho más carnal, es más la rebelión de un desclasado que encarna el conflicto de Inglaterra y Estados Unidos.

Todo esto viene regado por la magnífica manera en que la autora escribe siempre sus libros. La primera vez resulta desconcertante y, sin embargo, pronto te das cuenta de que posee un estilo hipnótico del que es difícil escapar. No catalogaría jamás un libro de Murdoch de ligero pero tienen esa cierta cualidad bestseller en la que no puedes apartar los ojos de las páginas. La prosa es clara en todo momento, la descripción es tan meticulosa como en la novela del XIX, cada diálogo sirve para que se filosofe y reflexione durante páginas y cada escena, si ella lo considera así necesario, durará hasta la muerte. Murdoch llena todo tu cerebro y reclama toda tu atención para contarte una historia llena de enredos, traiciones, malas interpretaciones, debates y sorpresas. Y en esta historia alucinada y alucinante, que siempre tiene ecos de otras y sin embargo nunca se repite (¡la de cosas que le pueden pasar a un londinense, tú!), siempre hay un espacio para el humor más divertido que se pueda imaginar. Hay conversaciones en las novelas de Murdoch para enmarcar, de verdad, y en esta la historia va por unos cauces especialmente irreverentes.

En fin, una grande, qué puedo decir. A esta señora tan formidable (cuyas dos mejores novelas, en mi opinión y la de muchos, son El mar, el mar y El libro y la hermandad) la tenéis en ediciones bonitas en Impedimenta y en ediciones horrorosas en Lumen (por favor, qué son esas cabezas, están tontos los editores o qué). Por cierto, la traducción de este es de 1981 y no suena en absoluto vieja, así que felicitaciones a quien corresponda (aunque viene cargadito de erratas, no se puede tener todo, supongo). Yo os recomiendo que vayáis a la librería más cercana a pedir un Murdoch porque es la escritora más inteligente, graciosa y malvada que podéis leer.