Muerte súbita es la historia del duelo a tenis entre Caravaggio y Quevedo que podría haber tenido lugar en Roma. Pero también es la historia de la conquista de México por Hernán Cortes y de los ires y venires de una serie de personajes en la vieja Europa y la nueva España, mientras avanza el partido y los artistas van sumando puntos. Tenez!
Vaya libro, colegas. No parece una novela, no parece un libro de no ficción, no parece nada. Es un artefacto raro, con una premisa rocambolesca y (no me digáis que no) divertidísima. Enrigue propone un juego en el que se van alternando puntos de tenis, trama, comentario artístico e histórico, e incluso fragmentos de enciclopedias sobre el deporte de pelota. Esta aproximación de corte histórico que toma una serie de datos de la realidad sin dejar muy claro en ningún momento cuánto es cierto, cuánto no y a partir de qué punto comienza la ficción (a veces las cosas que se dicen son absolutamente increíbles, como la historia de las pelotas de Ana Bolena que, sin embargo, ¡parece que es cierta!) parece conectar un poco con la muy gustosa Un verdor terrible, pero las similitudes terminan ahí. Si algo caracteriza la novela de Enrigue es lo divertida y estimulante que es, en todos los sentidos. Esta idea tan juguetona de la que parte, desdibujar a los personajes históricos para darles un nuevo color, se va desplegando como un tapiz complejísimo pero fácil, amenísimo y, de nuevo, tan divertido de leer. No ya porque sea divertido en sí (se podría argüir que no lo es tanto, pero yo soy famosa en mi casa por convertir todo en una novela de terror o de risa) sino por lo ocurrente, por cómo elabora esta constelación de historias sin necesidad de entrelazar nada con nada. Sin tener nada que ver formalmente, es un poco la idea del Mason y Dixon de Pynchon.
En un mundo lleno de novelas de corte clásico, de escritura sobria y elegante, a veces mimética (¿hemos vuelto al realismo formal?), Enrigue brilla no con virajes formales líricos sino con una escritura del vericueto, con precisión médica en la descripción de los puntos de tenis (¡ojo que a veces no está muy claro quién gana si no estás atenta!), pero con mutaciones propias de las capas que le entregan a Hernán Cortes en los capítulos alternos que van de todo lo demás. Así, la propia lectura se convierte en un juego, no hay nada supeditado a la trama porque no hay trama, hay tramas, hay hilos que conforman un inmenso tapiz del que solo se descubre aquí parte literalmente: el resto queda en los silencios y en los huecos, para que el lector si quiere complete. Entonces tenemos por ejemplo toda esta historia, contada a saltos, del tenis, cómo comienza siendo percibido como una lucha entre ángeles y demonios, con las pelotas como almas, y su evolución posterior; o tenemos también la conquista de Tenochtitlán y la caída del imperio Mexica; y la Contrarreforma y el fin del Renacimiento. Un buen montón de personajes, un buen montón de historias, y cada uno que las asocie como quiera.
No sé, mientras lo escribo, sobre qué es este libro. Qué cuenta. No es exactamente sobre un partido de tenis. Tampoco es un libro sobre la lenta y misteriosa integración de América a lo que llamamos con desorientación obscena «el mundo occidental» −para los americanos, Europa es Oriente. Tal vez sea un libro que se trata solamente de cómo se podría contar este libro, tal vez todos los libros se traten sólo de eso. Un libro con vaivenes, como un juego de tenis.
En suma, una novela, bueno, o lo que sea, sorprendente y poco habitual. Interesante, atrevida, experimental, con una estructura genial. Convierte la lectura en un juego y se atreve a dar puntadas sin hilo, a dejar pistas, a no forzar una trama, a no convertir todo en una lección ni en una historia. Volveré a leer a Enrigue y estoy muy de acuerdo en que, si toda su obra es así, podría llegar a ganar un muy digno Nobel para la literatura mexicana. Tiene ese no sé qué diferente que caracteriza (o debería caracterizar) a los premiados.
(De la edición no tengo nada que decir. Alguna erratilla pero todo muy Anagrama, con sus aberrantes contracubiertas y su estilo interior habitual.)
No hay comentarios:
Publicar un comentario