(Lit, 2009. Traducción de Regina López Muñoz)
Hace chorrocientos mil años y medio leí El club de los mentirosos, primer tomo de las memorias de Mary Karr coeditadas aquí en España por Errata naturae y Periférica, y me gustó la delirante e increíble narración de la infancia de la autora que me compré el segundo en un plis. Y hasta hace cosa de un par de semanas, fíjate tú qué cosa, no lo he leído. Un viaje en tren largo, quinientas páginas y mucho escepticismo. En Iluminada, saltamos a la época universitaria de Mary, básicamente una pueblerina de Texas que de pronto debe enfrentarse al mundo académico y laboral más elitista. Y de ahí en adelante, sus inicios como poeta, su matrimonio, su vida adulta y, como centro neurálgico de la obra, su adicción al alcohol y cómo esto afecta a todo lo demás.Es curioso, nunca leo memorias, y sin embargo leí de seguido El secreto de la fuerza sobrehumana (una mujer hablando desde el humor de sus problemas de adicción) e Iluminada (una mujer hablando desde el humor de sus problemas de adicción). Son dos aproximaciones muy similares en temática pero que difieren completamente en forma así que no se me hizo repetitivo, pero desde luego es CURIOSO. No he encontrado en ninguna de las dos lo que sería el "ick" que me echaría para atrás de los libros de no ficción, el name dropping que le llaman en inglés, el constante recital de nombres de otros famosos para que el lector vea lo muy conectado que está el autor. Aquí Karr podría pecar de ello, porque mira si conoce a gente (¡no os digo quién fue su exnovio!), pero apenas hay apellidos y, aunque a veces se pueden establecer conexiones (se habla de una poeta, Louise, que es fácil de rastrear tras su Nobel), ella deja la exactitud para la sección de agradecimientos.
Bien, dicho esto, sigamos. Si en el de Bechdel las adicciones se manifestaban de varias maneras, sobre todo hablando de una personalidad obsesiva, aquí el tema central de la obra es el alcoholismo, bueno, los efectos de este sobre el día a día. En Iluminada, el alcohol está casi en cada página, en presencia y en ausencia, y se genera en ese sentido una vida muy dura, claro, con muchas escenas que parecen increíbles, como ocurría en El club de los mentirosos. Esta tía te dice casualmente que su madre la apuntó con una pistola cargada en un episodio. Pero además tiene un importantísimo componente temático sobre clase que es casi tan marcado como la adicción en sí. Mary necesita dinero, e incluso cuando se casa, digamos, "fuera de su clase", con un hombre riquísimo, continúan con el agua al cuello. Mary tiene que currar día y noche, y siempre tiene esa sensación de que hay una franja que la separa de los ricos e incluso de las personas acomodadas. La verdad es que he disfrutado de igual manera de sus reflexiones sobre la adicción, el placer que le produce el alcohol, la rehabilitación, etc, como de esas más intrínsecas al elitismo, las clases económicas, el lujo.
Si bien esta temática no tendría por qué dar una obra excesivamente agradable (la gente con vidas cuquis no escribe memorias, ¿qué van a contar?), el principal componente estilístico del libro es que es una de las cosas más hilarantes que te puedes echar a la cara. No es divertida, es descacharrante. Mary (personaje) es una bruta, una chabacana que dice palabrotas, una borrachina que se queda sopa en bares; y Karr no se queda atrás y todo lo pone en el libro, sin dejar ningún escatológico rincón sin explorar de una manera agudísima y absurdamente divertida. Yo me carcajeé en el AVLO varias veces. Este humor constante viene acompañado de un excelente pulso narrativo, estas memorias se leen como una novela, y de toda una serie de pasajes sorprendentemente bellos que dejan entrever a la Karr poeta, a la Karr que domina el lenguaje y puede tener toques de un lirismo estilizado y brutal. También esta acompañado por pasajes más tristes, pero hay un grandísimo dominio del equilibrio entre comedia y tragedia.
Warren se inclina sobre mí y veo que su cara también está húmeda, y sus ojos oceánicos me miran con asombrosa atención, y en ese intervalo en que cojo por primera vez a nuestro hijo, todo fajado, nos siento cosidos en el interior de un tapiz glorioso, respirando el mismo aire antiséptico, fresco como el de los pinos -nos circunscribe una extraña atmósfera-, la familia que tanto he añorado, el punto final al desarraigo perenne del que he huido como de la peste. Tanto Warren como yo nos dirigimos a Dev mediante gugus, besos y chasquidos.
Y luego, después de todo esto que os cuento, está el girito de guion de ¿por qué Iluminada se llama Iluminada? ¡Pues porque se trata en realidad de la historia de la conversión de Mary Karr al catolicismo! Disfruté mucho de toda la lectura, pero la parte que habla de la rehabilitación y su correspondiente encuentro con la divinidad me resultó muy hermosa y reveladora. Continúa con el tono jocoso, pero tiene este componente tan espiritual que implica la conversión de un escéptico. No soy creyente pero siempre disfruto con este tipo de textos (pienso en El Reino de Carrère). Tampoco soy alcohólica ni adicta, pero disfruto enormemente con estas obras en las que una persona de verdad consigue que la adicción no sea el hilo conductor de su vida (¡sobre todo cuando la cosa marcha bien!). Y en este sentido la parte final es muy luminosa, muy tranquilizadora, así que puedo dormir tranquila.
En suma, una gran lectura, ante la que iba escéptica: bien sé que la yo actual y la yo de hace seis u ocho años, no conectamos demasiado en gustos, pero siempre es un placer descubrir voces narrativas actuales con las que conectas. ¡Para que luego digan que solo me gustan los autores muertos! Ya tengo, por cierto, La flor, cuya lectura espero no dilatar tanto en el tiempo.
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