jueves, 26 de diciembre de 2024

El cielo de la selva - Elaine Vilar Madruga

Este libro me entró por los ojos por su feísima edición (perdón) que, sin comprender yo el porqué, tiene la cubierta más chabacana del mundo y además una tipografía rarísima alla Century Gothic y ESPERA QUE HAY MÁS un espacio entre párrafos absolutamente delirante. Una línea vacía, como si terminase un epígrafe. En fin, decisiones de estilo, desde luego la editorial Lava tiene carisma, aunque para las que somos de la escuelita "me compro la edición de Alianza que tiene el canto blanco y puro" sorprende absolutamente (disclaimer: esto es una impresión personal y además está escrito en tono de broma, no se me enfaden).

Esta es la historia de unas mujeres que viven en una hacienda en la selva y que para mantener su vida allí deben entregar en sacrificio a esta misma selva niños, para que los devore. No me digáis que no es una premisa ultrasugerente; y da lo que promete, porque en lo que a trama respecta tiene esta historia oscura, terrorífica y terrible de niños muertos, de madres que entregan a sus hijos y que por tanto no los reconocen como hijos, solo como la comida de la selva; de gente que tiene las manos manchadas de sangre y que con ello tiene que vivir. En El cielo de la selva cada capítulo está narrado por, o desde, un personaje, o varios, y poco a poco vamos conociendo toda una serie de historias devastadoras de feminidades diferentes, de mujeres de edades y formas de ser muy distintas. La madre, la puta, la carne. Y así. Comparte muchos elementos estéticos y sobre todo preocupaciones con el resto de autoras del nuevo boom de las damas oscuras de Latinoamérica (no me mola a mí mucho este título, pero bueno), como la violencia contra la mujer y la imposibilidad de habitar en las ciudades, destruidas por la guerra y el narco, pero tiene mucha personalidad, durante la lectura no encuentra una tantas similitudes, sobre todo en cuanto a estilo se  refiere. Digamos que el tropo "sectario", por llamarlo de alguna manera, lo separa mucho de otras obras y lo reviste de mucha personalidad. 

Vilar Madruga tiene un estilo muy estimulante, muy visual, hay aquí algunas descripciones que ponen los pelos de punta y que lo convierten desde luego en una novela de terror más terrorífica que muchas otras que yo he leído. Sobre todo es gracias a estas descripciones de la selva y su lengua y la selva que lame y la bruma que sobetea a la gente y la selva que amanece roja y a una leyendo le da la sensación de que de pronto alrededor se va a poner la cosa roja y alguien se la va a comer. Además de esto, tenemos capítulos escritos en segunda persona, capítulos corales, todos los personajes contando cada parte de su historia de una manera muy diferente entre sí. Las voces son diferentes, pero sobre todo varía la aproximación que se toma, más testimonial (a veces los que van en primera persona demasiado testimoniales, como si el personaje se estuviera confesando) o más lírica, con mayor o menor comprensión de lo que está pasando, con mayor pureza o mayor crueldad. Esto hace que la lectura, cuyo estilo más tirando hacia la densidad podría convertir en algo monótono (estas descripciones tan vívidas pierden parte de su sorpresa según avanzamos), sea dinámica, enganche a morir y continúe llena de intriga más tiempo.

No se aclara muy bien en qué momento pasan algunas cosas, si pasan de verdad o no, como si estuviéramos leyendo dentro del embrujo de la propia selva, y esta manera tan desdibujada, tan poco mimética de contar, le sienta como un guante. Es extraña, es onírica, es real maravillosa al más puro estilo Carpentier, y utiliza estupendamente esa divinidad monstruosa que hay en la selva o que es la selva, pero también, claro, la maldad profunda que puede haber en los seres humanos. Vuelvo otra vez al tropo de la secta, porque ciertamente me parece que tiene sentido verlo así: esta pequeña sociedad que solo sobrevive por la crueldad, por la fe en un dios que no debería tener adeptos, marcada por la culpa, por la locura y por el odio, pero también a veces por el amor.

Desde su árbol, Copita movió la mandíbula hacia arriba y hacia abajo, una vez y otra, muchas veces. Las muertas craquearon sus huesitos, los huesitos que les quedaban en el cuerpo. Una risa de mandíbulas secas, un nuevo tipo de risa sin carcajadas, porque las muertas, lo supiste entonces, se reían así, a hueso limpio.

No es una novela perfecta. A mi modo de ver, el clímax está algo diluido en un tercer acto que puede que sea algo más largo de lo que debiera, y como decía más arriba el trabajo estilístico no tiene, digamos, tanta garra para ser impresionante durante toda la lectura. Sin embargo me parece una obra muy atrevida, por su filiación al terror en una presentación mucho más física que los fantasmas que están tan de moda ahora mismo, y por su densidad formal, muy acorde con la atmósfera que retrata pero poco habitual. Yo me quedo con la autora como un muy interesante descubrimiento; trataré de pillar La tiranía de las moscas (¿os acordáis de Panza de burro? Ya, yo tampoco) y estaré atenta a lo que vaya sacando.

viernes, 20 de diciembre de 2024

La montaña mágica - Thomas Mann

Hola, buenas, qué tal, soy de la Escuela Manniaca, ¿está usted interesada en escuchar la palabra de Thomas Mann? Señora, no me cierre la puerta, por favor, espere.

Durante el mes de noviembre tuve la inmensa suerte, para desgracia de todas las personas que me rodean, de leer La montaña mágica por primera vez en mi vida. Me arranqué a causa de una lectura conjunta cuyas directrices me pasé después por el forro porque honestamente estaba demasiado enganchada. Amigos de la red, si queréis organizar la lectura conjunta de una novela de las características de este mamotreto simplemente NO pautéis cien ridículas páginas a la semana. Aquí hemos venido a trabajar. Si lees La montaña mágica te dedicas en cuerpo y alma a leer La montaña mágica y te obsesionas con ella y sueñas con ella y tienes conversaciones como esta:

—¡Madre mía, cómo pasa el tiempo, ya mismo tengo los exámenes!
—Curioso que menciones este tema, porque en La montaña mágica se habla de esto mismo...
*golpe seco*

En fin. Ya lo cogéis. Esta fantástica (coge aire) bildungsroman para acabar con todas las (coge aire) bildungsroman te agarra por el cuello de la camisa en la nota del autor con la que empieza para no soltarte hasta que llegas al FINIS OPERIS de, en el caso de la edición de Debolsillo, la página 1047. Con letrita minúscula y márgenes ídem, ¡1047 páginas! Por supuesto que es tan buena, tan hermosa, tan cargadísima de todas las reflexiones y de todas las emociones del mundo; por supuesto que es divertidísima, terrorífica y triste a la vez; por supuesto que los personajes son deliciosos e hipnotizan al lector como hipnotizan a Hans Castorp, ingeniero; por supuesto, por supuesto: por supuesto que La montaña mágica es una de las obras cumbres del siglo XX europeo. Sería la mejor si no existiera el Ulises, supongo. Pero aun existiendo el Ulises, es tan absolutamente formidable que casi se te olvida Joyce.  

La contaremos [esta historia] en detalle, exacta y minuciosamente, pues ¿cuándo ha dependido lo amena o larga que se nos hiciera una historia del tiempo que requiere contarla? Al contrario, sin temor al reproche de haber sido meticulosos en exceso, nos inclinamos a pensar que sólo es verdaderamente ameno lo que ha sido narrado con absoluta meticulosidad.

La montaña mágica es un juego con el tiempo narrativo y el tiempo real, ambos relativos, ambos moldeables a placer: a veces en un párrafo han pasado dos meses, a veces un capítulo de cien páginas narra el paso de un año. A veces nos detenemos durante cincuenta páginas en una enfermiza batalla dialéctica entre Naphta y Settembrini en la que cada uno defiende con desprecio algo durante unas líneas para de pronto defender lo contrario en las siguientes, o al menos eso podríamos jurar. El tiempo pasa, el narrador se dirige a nosotros, nos manipula, nos moldea, y lo mismo hace el aire de la montaña con Hans Castorp, quien se encuentra en una suerte de limbo, fuera de la vida, lejos de la ciudad, lejos de Europa y de la sombra de la guerra, en una especie de stand by eterno de descanso y ocio. Despreocupado, bajo el ala de Settembrini y de su primo, comienza su aprendizaje humanista, humano y romántico, y se convierte poco a poco en uno de los personajes más entrañables que una ha leído. Guardaré siempre en mi corazón a este muchachillo un poco bobo y alocado al que le cuelan cualquier patraña y que siempre tiene que decir algo, en toda ocasión, incluso cuando estaría mejor callado. 

Dejamos caer el telón por penúltima vez. No obstante, mientras baja con suave rumor, acompañamos mentalmente a Hans Castorp, que ahora se ha quedado solo en su alta montaña, e imaginamos la escena en un húmedo cementerio del mundo de allá abajo, de allá lejos, donde, por un instante, se enciende y vuelve a apagarse el resplandor de una espada, se escuchan voces de mano y tres salvas, tres románticas salvas de honor retumban sobre el sepulcro, abrazado por la maleza, de...

¡Y qué bellísima escritura! El capítulo "Nieve" tiene una de las más bellas descripciones del invierno que pueden leerse, pero es solo un ejemplo de todo el despliegue estilístico de la novela, en la que Mann, además de jugar con la estructura, juega con una miríada de escenas hermosísimas (como la de la cita anterior), contadas con tanto gusto como buen hacer. Algunos de estos elementos en los que no me voy a detener pero que me gustaría mencionar brevemente: la figura de madame Chauchat, su regalo a Hans Castorp y, en realidad, esa noche de Carnaval en la que todo se subvierte y todo es mágico y posible por unas horas; toda la relación con Mynheer Peeperkorn; las escenas oníricas, tanto la del lápiz como la escena mitológica-pastoril hacia el final de la novela; las visitas a los enfermos; los recuerdos de infancia... Tantas y tantas secuencias que aumentan esta densidad que al principio se hace aterradora y sin embargo durante la lectura se convierte en tan apetitosa, tan divertida y tierna de leer. 

No mentiré, al principio La montaña mágica me resultó difícil. Especialmente cuando me estaba ciñendo a las cien (más o menos) páginas semanales, no encontraba el punto. Sentía que Mann no me estaba dando nada a cambio de mi esfuerzo, no en el sentido de no disfrutar de la novela, sino de no tener alicientes estimulantes a la atención. Si estás lo suficientemente atenta al Ulises, de pronto entenderás que están hablando de sexo. Si estás lo suficientemente atenta a Pynchon, de pronto... bueno, vaya por dios, entenderás que están hablando de sexo. Pero aquí (que también se habla bastante de sexo, y de sexualidad) todo está formalmente menos escondido, los temas mucho más trascendentales, más expuestos. El tiempo, por supuesto, como algo transformador, pero también el espacio, la relatividad, la enfermedad, la humanidad, el arte; el mundo contenido en un sanatorio de la montaña alemana. Y sin embargo, hay un algo más sutil; más serio, tal vez, aunque también sea muy divertido, tiene un cierto tono paródico. No sabría definirlo pero el caso es que ahí está esa dificultad, que se desvaneció cuando retomé mi ritmo.

En fin. Aquí estamos en 2024 recomendando La montaña mágica. Es una de esas novelas que te hace pensar que no hace falta que se siga escribiendo, una de esas que apetece releer cada año para exprimir al máximo todo lo que ofrece. Grandísima obra, de verdad, emocionante a más no poder. Y me dejo muchas cosas (un día os hablo de por qué creo que es una novela de terror), pero esto ya es lo suficientemente largo teniendo en cuenta que nadie lo va a leer. 

¡Ahora quiero leer Los Buddenbrook!

martes, 17 de diciembre de 2024

Iluminada - Mary Karr

(Lit, 2009. Traducción de Regina López Muñoz)

Hace chorrocientos mil años y medio leí El club de los mentirosos, primer tomo de las memorias de Mary Karr coeditadas aquí en España por Errata naturae y Periférica, y me gustó la delirante e increíble narración de la infancia de la autora que me compré el segundo en un plis. Y hasta hace cosa de un par de semanas, fíjate tú qué cosa, no lo he leído. Un viaje en tren largo, quinientas páginas y mucho escepticismo. En Iluminada, saltamos a la época universitaria de Mary, básicamente una pueblerina de Texas que de pronto debe enfrentarse al mundo académico y laboral más elitista. Y de ahí en adelante, sus inicios como poeta, su matrimonio, su vida adulta y, como centro neurálgico de la obra, su adicción al alcohol y cómo esto afecta a todo lo demás.

Es curioso, nunca leo memorias, y sin embargo leí de seguido El secreto de la fuerza sobrehumana (una mujer hablando desde el humor de sus problemas de adicción) e Iluminada (una mujer hablando desde el humor de sus problemas de adicción). Son dos aproximaciones muy similares en temática pero que difieren completamente en forma así que no se me hizo repetitivo, pero desde luego es CURIOSO. No he encontrado en ninguna de las dos lo que sería el "ick" que me echaría para atrás de los libros de no ficción, el name dropping que le llaman en inglés, el constante recital de nombres de otros famosos para que el lector vea lo muy conectado que está el autor. Aquí Karr podría pecar de ello, porque mira si conoce a gente (¡no os digo quién fue su exnovio!), pero apenas hay apellidos y, aunque a veces se pueden establecer conexiones (se habla de una poeta, Louise, que es fácil de rastrear tras su Nobel), ella deja la exactitud para la sección de agradecimientos.

Bien, dicho esto, sigamos. Si en el de Bechdel las adicciones se manifestaban de varias maneras, sobre todo hablando de una personalidad obsesiva, aquí el tema central de la obra es el alcoholismo, bueno, los efectos de este sobre el día a día. En Iluminada, el alcohol está casi en cada página, en presencia y en ausencia, y se genera en ese sentido una vida muy dura, claro, con muchas escenas que parecen increíbles, como ocurría en El club de los mentirosos. Esta tía te dice casualmente que su madre la apuntó con una pistola cargada en un episodio. Pero además tiene un importantísimo componente temático sobre clase que es casi tan marcado como la adicción en sí. Mary necesita dinero, e incluso cuando se casa, digamos, "fuera de su clase", con un hombre riquísimo, continúan con el agua al cuello. Mary tiene que currar día y noche, y siempre tiene esa sensación de que hay una franja que la separa de los ricos e incluso de las personas acomodadas. La verdad es que he disfrutado de igual manera de sus reflexiones sobre la adicción, el placer que le produce el alcohol, la rehabilitación, etc, como de esas más intrínsecas al elitismo, las clases económicas, el lujo. 

Si bien esta temática no tendría por qué dar una obra excesivamente agradable (la gente con vidas cuquis no escribe memorias, ¿qué van a contar?), el principal componente estilístico del libro es que es una de las cosas más hilarantes que te puedes echar a la cara. No es divertida, es descacharrante. Mary (personaje) es una bruta, una chabacana que dice palabrotas, una borrachina que se queda sopa en bares; y Karr no se queda atrás y todo lo pone en el libro, sin dejar ningún escatológico rincón sin explorar de una manera agudísima y absurdamente divertida. Yo me carcajeé en el AVLO varias veces. Este humor constante viene acompañado de un excelente pulso narrativo, estas memorias se leen como una novela, y de toda una serie de pasajes sorprendentemente bellos que dejan entrever a la Karr poeta, a la Karr que domina el lenguaje y puede tener toques de un lirismo estilizado y brutal. También esta acompañado por pasajes más tristes, pero hay un grandísimo dominio del equilibrio entre comedia y tragedia. 

Warren se inclina sobre mí y veo que su cara también está húmeda, y sus ojos oceánicos me miran con asombrosa atención, y en ese intervalo en que cojo por primera vez a nuestro hijo, todo fajado, nos siento cosidos en el interior de un tapiz glorioso, respirando el mismo aire antiséptico, fresco como el de los pinos -nos circunscribe una extraña atmósfera-, la familia que tanto he añorado, el punto final al desarraigo perenne del que he huido como de la peste. Tanto Warren como yo nos dirigimos a Dev mediante gugus, besos y chasquidos.

Y luego, después de todo esto que os cuento, está el girito de guion de ¿por qué Iluminada se llama Iluminada? ¡Pues porque se trata en realidad de la historia de la conversión de Mary Karr al catolicismo! Disfruté mucho de toda la lectura, pero la parte que habla de la rehabilitación y su correspondiente encuentro con la divinidad me resultó muy hermosa y reveladora. Continúa con el tono jocoso, pero tiene este componente tan espiritual que implica la conversión de un escéptico. No soy creyente pero siempre disfruto con este tipo de textos (pienso en El Reino de Carrère). Tampoco soy alcohólica ni adicta, pero disfruto enormemente con estas obras en las que una persona de verdad consigue que la adicción no sea el hilo conductor de su vida (¡sobre todo cuando la cosa marcha bien!). Y en este sentido la parte final es muy luminosa, muy tranquilizadora, así que puedo dormir tranquila.

En suma, una gran lectura, ante la que iba escéptica: bien sé que la yo actual y la yo de hace seis u ocho años, no conectamos demasiado en gustos, pero siempre es un placer descubrir voces narrativas actuales con las que conectas. ¡Para que luego digan que solo me gustan los autores muertos! Ya tengo, por cierto, La flor, cuya lectura espero no dilatar tanto en el tiempo.

lunes, 9 de diciembre de 2024

Muerte súbita - Álvaro Enrigue

A raíz del Nobel a Han Kang, pregunté online por autores españoles o hispanoparlantes en general que pudieran optar a este premio o que tal vez aún no, pero apuntan maneras. No salieron muchos nombres pero sí Enrigue, cuya novela ganadora del Herralde (esta) había estado ya ojeando en la biblioteca unos días antes. ¿Fue esto una señal? Así fue considerado, así que: fui, cogí, leí. 

Muerte súbita es la historia del duelo a tenis entre Caravaggio y Quevedo que podría haber tenido lugar en Roma. Pero también es la historia de la conquista de México por Hernán Cortes y de los ires y venires de una serie de personajes en la vieja Europa y la nueva España, mientras avanza el partido y los artistas van sumando puntos. Tenez!

Vaya libro, colegas. No parece una novela, no parece un libro de no ficción, no parece nada. Es un artefacto raro, con una premisa rocambolesca y (no me digáis que no) divertidísima. Enrigue propone un juego en el que se van alternando puntos de tenis, trama, comentario artístico e histórico, e incluso fragmentos de enciclopedias sobre el deporte de pelota. Esta aproximación de corte histórico que toma una serie de datos de la realidad sin dejar muy claro en ningún momento cuánto es cierto, cuánto no y a partir de qué punto comienza la ficción (a veces las cosas que se dicen son absolutamente increíbles, como la historia de las pelotas de Ana Bolena que, sin embargo, ¡parece que es cierta!) parece conectar un poco con la muy gustosa Un verdor terrible, pero las similitudes terminan ahí. Si algo caracteriza la novela de Enrigue es lo divertida y estimulante que es, en todos los sentidos. Esta idea tan juguetona de la que parte, desdibujar a los personajes históricos para darles un nuevo color, se va desplegando como un tapiz complejísimo pero fácil, amenísimo y, de nuevo, tan divertido de leer. No ya porque sea divertido en sí (se podría argüir que no lo es tanto, pero yo soy famosa en mi casa por convertir todo en una novela de terror o de risa) sino por lo ocurrente, por cómo elabora esta constelación de historias sin necesidad de entrelazar nada con nada. Sin tener nada que ver formalmente, es un poco la idea del Mason y Dixon de Pynchon.

En un mundo lleno de novelas de corte clásico, de escritura sobria y elegante, a veces mimética (¿hemos vuelto al realismo formal?), Enrigue brilla no con virajes formales líricos sino con una escritura del vericueto, con precisión médica en la descripción de los puntos de tenis (¡ojo que a veces no está muy claro quién gana si no estás atenta!), pero con mutaciones propias de las capas que le entregan a Hernán Cortes en los capítulos alternos que van de todo lo demás. Así, la propia lectura se convierte en un juego, no hay nada supeditado a la trama porque no hay trama, hay tramas, hay hilos que conforman un inmenso tapiz del que solo se descubre aquí parte literalmente: el resto queda en los silencios y en los huecos, para que el lector si quiere complete. Entonces tenemos por ejemplo toda esta historia, contada a saltos, del tenis, cómo comienza siendo percibido como una lucha entre ángeles y demonios, con las pelotas como almas, y su evolución posterior; o tenemos también la conquista de Tenochtitlán y la caída del imperio Mexica; y la Contrarreforma y el fin del Renacimiento. Un buen montón de personajes, un buen montón de historias, y cada uno que las asocie como quiera.

No sé, mientras lo escribo, sobre qué es este libro. Qué cuenta. No es exactamente sobre un partido de tenis. Tampoco es un libro sobre la lenta y misteriosa integración de América a lo que llamamos con desorientación obscena «el mundo occidental» −para los americanos, Europa es Oriente. Tal vez sea un libro que se trata solamente de cómo se podría contar este libro, tal vez todos los libros se traten sólo de eso. Un libro con vaivenes, como un juego de tenis.

En suma, una novela, bueno, o lo que sea, sorprendente y poco habitual. Interesante, atrevida, experimental, con una estructura genial. Convierte la lectura en un juego y se atreve a dar puntadas sin hilo, a dejar pistas, a no forzar una trama, a no convertir todo en una lección ni en una historia. Volveré a leer a Enrigue y estoy muy de acuerdo en que, si toda su obra es así, podría llegar a ganar un muy digno Nobel para la literatura mexicana. Tiene ese no sé qué diferente que caracteriza (o debería caracterizar) a los premiados.

(De la edición no tengo nada que decir. Alguna erratilla pero todo muy Anagrama, con sus aberrantes contracubiertas y su estilo interior habitual.)

lunes, 2 de diciembre de 2024

El secreto de la fuerza sobrehumana - Alison Bechdel

No suelo leer cómic (disclaimer: usaré indistintamente cómic y novela gráfica en este blog) pero en general los que se hacen tan famosos como para que los leamos quienes no tenemos prejuicio pero no acostumbramos a ello sí me suelen gustar. Se podría decir que he leído los "míticos" (Maus, las cositas de Alan Moore, algo de Paco Roca...) y, entre ellos, está Fun Home, de Alison Bechdel, que me fascinó durante mis años universitarios. 

El secreto de la fuerza sobrehumana es el tercer libro de memorias en formato gráfico de la autora estadounidense, famosa por las tiras cómicas Unas lesbianas de cuidado (y por el test de Bechdel, ¡tú imagínate haberte inventado eso!). En él, ahonda en su relación con el ejercicio físico, pero esto es tan solo una excusa para trazar un recorrido por toda su vida mientras, digamos, intenta encontrar su forma correcta de estar en el mundo. 

No es una buena sinopsis esta, lo sé, pero la temática de estas memorias se va tanto hacia la construcción de la identidad y toca tantísimos palos que es difícil narrar de qué habla. De qué no habla, más bien. Aquí hay meditación, budismo, adicciones (al trabajo, al alcohol), relaciones, padres y madres... un cocktail de todo lo que Bechdel ha hecho a lo largo de su vida y le configura como persona ahora mismo. Pero de lo que más hay es, digamos, una relación de todos los deportes que ha probado a lo largo de su vida (de manera saludable y no tanto) en persecución de... pues eso, de la identidad, de la fuerza sobrehumana, que al final es la lucha contra la muerte. En su momento Fun Home me dejó loquísima, es un texto brillante que sorprende por su sinceridad y por su minucioso análisis de las relaciones paternofiliales, así como la construcción de la identidad lésbica en los años jóvenes. Aquí toca también esos palos tangencialmente, sin repetirse para los que ya nos sabemos eso, pero va de la infancia a la actualidad, así que aparecen de nuevo, y de nuevo encontramos una tremenda lucidez y mucha sinceridad sin medias tintas. Bechdel mira dentro de sí y ofrece un gran análisis de sí misma, sin caer en condescendencias, pucheros ni otras historias.

El secreto de la fuerza sobrehumana parece a veces un Dónde está Wally en el que cuanto más escudriñas una viñeta más cositas encuentras. Los dibujos son sencillos, muy de su estilo, pero sí hay mucho trabajo y minuciosidad en los fondos, en los colores, y en las viñetas de página entera que lo convierten en un tomo para leer y observar con detenimiento. Es, además, una obra muy divertida, más que la otra, o al menos como la recuerdo, aunque hace años ya que la leí. Es cierto que tiene un tono serio en general, a ver, estamos hablando de adicciones y de la muerte, pero Bechdel no puede evitar ser una tía muy divertida, supongo. En cuanto se aleja un poco de los aspectos más graves de lo narrado, enseguida recurre al chascarrillo, no solo textual sino visual. Pero, en el lado más serio del asunto, no se queda atrás, y se disfruta especialmente de los finales de cada década, que parecen cuadros, y en eso que podría entenderse como un estudio de literatura comparada entre sus preocupaciones y las vidas de genios de antaño (entre ellos la trascendentalista fascinante Margaret Fuller.

En general es una lectura interesante con la que conecté mucho (puede que por estar en mi momento más runner), divertida, bien escrita y muy simpática, que no decepciona si a una le gusta el estilo de Bechdel. Puede que no tenga tanto calado como Fun Home pero sí abarca mucho más de lo que puede parecer a simple lectura. Pienso además que las novelas gráficas de esta autora son especialmente adecuadas para aquellos escépticos del formato. Tienen mucho texto que leer, reflexiones literarias y filosóficas a las que prestar atención y darle un par de vueltas, y muchas imágenes en las que fijarse a las que, sin embargo, el estilo desenfadado del dibujo convierte en una lectura amable. Bastante recomendable.

Nota a la edición: gran trabajo al traducir todos los microtextos de cada viñeta, y el tamaño, tipografía y entintado de la edición son estupendos. Pero al final, se traduce un if things go South como si las cosas se desplazan al sur (viene a ser un si todo sale mal). No me cabe en la cabeza cómo un traductor literario puede ver esa frase, realizar una traducción literal, ver que no tiene sentido y no darle ni media vuelta. Y así editores, correctores y demás involucrados. Las prisas, supongo.